La condición

La condición

lunes, 21 de diciembre de 2015

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NECROLÓGICA

A través del lenguaje se puede ampliar la tradición de las “buenas prácticas” existenciales, convivenciales, etceteraciales, formas manifiestas de diversa holgura y profundidad, sin necesidad de apelar a prácticas que descoyunten la exigua identidad expresada en una postrer involuntad, menoscabada en función de un interés, asaz noble, sin que importe demasiado su naturaleza procedimental.




Argumento: la puerta estaba abierta.





martes, 3 de noviembre de 2015

Calilaboratorio de Cine













   
Del cine se sabe o más bien se sospecha que presagia, que por lo menos forja nuestra capacidad de asombro ante la afinidad de conjurar el tiempo en una contingencia desfavorable a la desidia existencial, como sea que se presente. De alguna forma el cine se instala en la fantasmagorización desmesurada que nos caracteriza, y que a veces nos espanta, es por decir de algún modo: especulaje sentimental.

De las ideologías se discierne, o más bien se recela, cuando se puede, que las agruma el sentido inherente a sus menesteres estéticos, más bien denticulados, y por lo general precisan ser embellecidas, no como quien urge una vanguardia literal de exfoliage represivo, sino como al destajo de una falsa insurgencia ostentada de despojos en relevo de relevo, y que un propósito robusto les palpita las sienes: ideologizar.

De la realidad se sabe o a duras penas se entiende, que a veces no compensa la aplicación con lo realizado, y que en ese desabrazo se suscitan réplicas asaces de todo aquello que se teme, de todo aquello que se lee o se percibe en clave de aprensión desmesurada, y que infringe decausas en todo aquello que conjura el temor defecto en desmesura, si se lo coteja con la singularidad relativa al contexto adyacente, es decir: no se sabe nada.

Imponderados argucios y en ausencia de un artificio autóctono, el filme ocurre próximo al desasosiego cultural presumible, pues los recursos que más consume son intelecto y experiencia, y estos suelen quedar consignados en su presencia representada, aunque sólo sean palpables quince segundos de fotogramas, pacto de confidencia que el cine apresta a respaldar como riesgo de nacer ya crecido, si no en pleno uso de las facultades mentales, sí habilitado para ocupar el espacio con abundante ponzoña entre los dientes.

Esta vez el cine nos toma por sorpresa con una historia que se manifiesta avenenada de entre tanto entre tanto, una historia que nos adversa, esta vez, con nosotros mismos. “Saltamos” a la pantalla con un bocado anacrónicamente estrafalario y acaparamos lo que en el ritmo de las contingencias se podría vituperar como estrambótico tropical, en lo que concierne a sus peculiaridades y rarezas, que lo desbordaría en una especie de lujoso espectral.

Un juego de luces y sombras que, en tanto deslumbra parece hipnotizar, y que se encuentra en tránsito de desarraigo permanente, al tiempo que apuesta por alguna desidia bien estructurada en entresijos fantasmales de carácter mercenario, que raudos transitan cada sacudonada de pulsión ambivalente. La lira continúa, extraviado su incesante deambular por las fronteras de lo imaginario, donde habita todo lo que habita donde puede.

La bestialidad de las fieras se apaga, no así su alfombral servidumbre; pero siempre es una apuesta a todo o nada en esa ciudad donde según nos descuentan, se quedó a vivir el diablo y que para celebrarlo, agenció la adquisición del primer vampiro cinéfilo de que se guarde memoria, y del que según convencionalismos subyacentes, hoy se hará inadvertido su nombre pero no su legado, cuando es ya de manía morir de vez en cuando y revolver alguna víspera para enterarse qué ha pasado en pasado, peregrino escenario de un precoz sub-presente.

En colectividades de empeño inviable se alumbran películas contrahechas de lenguaje, y el cine se sacude y bailotea un rato como reaccionando a un beep des-imprevisto, como si respondiera a un eufemístico proto-boom de estética pre-posmo-dérmica. ¿Se alzará algún muerto con algún vivo de entre los precipitados?, que el frenesí no ataje en todo caso, al menos hasta que protubere el torne escondrijado de un albergue tan comedido como pocos y tan infernal como ninguno.




viernes, 21 de agosto de 2015

$~!

Antropología silvestre

En lo profundo de las superficies escarbamos
Escarbamos el anhelo de la desconfianza
Escarbamos en el ruido y las indiferencias
hasta apresuradas desmesuras climatológicas
Apurando versos entre voces libertarias
Danzando contracorrientes en pos de rebelión
Convocando adrede con alevosía
Escarbamos en oídos saturados de algarabía
Escarbamos no lugares de enjambre objetivo
Y lo hacemos a la usanza unpocoyadescuando
Escarbamos los depósitos de orbes posibles
En la entonación que pule hasta los defectos
Escarbamos escarbando en la imaginación
En la aparente premura de vocablos
Que florecen cada vez más estrujados
Que destellan o canturrean o se oscurecen
Volviéndose memoria y olvido de unos cuantos
Que escarban y hurgan fragores y fogonazos
de icógnitos desatinos que toca escarbar
Evocando la exquisitez de una presencia ida
Que así conmemora hasta las defraudaciones
Por guardar una mínima deferencia
acento en la sensación de sensibilidad
Pues allí también escarbamos
entre proximidades de apariencias
En la premura de la vida que se disloca
Rotulando las puntadas del presente
Donde, cuandodonde, sí, escarbamos
Y hacemos un agujero de delirio temporal
Y viajamos a escenarios desvencijados
Y antiguamos y escarbamos más y sin reservas
Cualquier llovizna tropical es tradición
de un ruinoso abolengo en desuso
Y se asume entre augurios de histeria baldía
escarbando en el entorno a donde irrumpe
con su manera de ser tan espacial y comedida
Y así nos entregamos
con brioso afecto y salvaje devoción
al añoso amparo de incisivas forjas
y empinadas maneras
de Ntra. Sra. de la Escarbación
Y que se venga lo que se venga
Que nosotros escarbamos


De una parte acá, de un tiempo a acá
Soy el que castiga la mano que sujeta la daga
     para matar impunemente
El que divide las ventajas de los colonizadores
     de su propio pueblo
que fustiga las rudas manías y demás indecencias
infligidas por los imperios
que amolda rústicas simetrías a sus semejantes
mientras abraza en nieblas de ternura metafísica
El que hace sus deberes sin que se lo pidan
El que busca en los abrojos si hace falta
que blande su esperanza de no tener que asesinar
mientras vigila el amor de los mortales
El que remeda un tentempié de desconfianza
que acompaña tu andar hasta y donde procedas
El que funda su experiencia en la maña abandonada
que reta a la costumbre de dejar que se haga daño
y el que artimaña revueltas pos apocalípticas
     si también hace falta


entiendo tu negligencia, la comparto en la misma proporción
confiamos en que nos salgan bien las cosas, y nos salen bien
si nos fijamos en el resto descompuesto
que hemos dejado atrás, dispersado por doquier;
pero podría ser mejor, simplemente nos negligentamos,
a la espera de un trance depredativo o sublimatorio
en el qué irrumpir, sin subjuntivar vaguedades
ni reproducir abstinencias de creatividad.
Entiendo ese delirio, lo comparto en la misma proporción
Incluso entiendo que va mucho más allá del desespero,
Subyace y se encuentra en el terreno de la disciplina,
el más movedizo de todos los suelos,
donde el horizonte se revela como la boca de un cráter
y el mundo en un criadero de malvivientes
que acaparan en un abrazo inmensual
aquello que mejor les satisface
los exquisitos traumas de un trance remoto y arrebatado.
Entiendo tu desprecio, lo comparto en la misma proporción
Sólo queda una cosa por hacer, volverse multitud
Y cambiar la escena, arriesgarse a tener que desconfiar
todavía más, y dejar de improvisar estándares en serie
créeme que te entiendo, ...el hacer que pase...
...y es el trabajo de toda una vida,
...una miserable vida humana...
una entre millones de millones
según antiguas mitologías,
así que sí, entiendo tu marginalidad
y también la comparto en la misma proporción,
dejamos que, simplemente,
pase todo lo que tiene que pasar
y que más y más cosas transcurran irrevocables
hasta que se vuelvan obsoletas para un fin particular
y no puedan ser recicladas, con prístina eficiencia,
Dèsas desacostumbradas, que al fin y al cabo
¿Quiénes somos, y a quién le debe importunar?, ¿
qué respalda con suficiente precisión a la otredad,
y a quién le concierne, ya entrados en gastos,
inmolar el orgullo superpuesto?
Ese con el que nos hemos Acostumbrado
malquebienmediocremente a menospreciarnos
como si los seres prescindibles, si realmente los hay,
seres en los cuales ejercer la aniquilación
surgieran de una línea de manufactura irreparable
...entiendo tu indignación por la indignidad
y la comparto en la misma proporción
nos arrebata una violencia fiera
que es mejor evitar, hasta donde se pueda,
un veneno tan tóxico que de usarse
acabaría de un plumazo hasta con el portador.