Un
filme resuelto a evidenciar poéticamente algunos trozos de las exuberantes pesadillas
del ser humano. Alguna vez reparé en ella con la precaución que suelen
despertar las obras prestigiosas de ese estilo, y escribí algo que encontré en
mi memoria por azar, cuando me encontré con la imagen, deambulando entre las
afluencias digitales de la Red, en busca de alguna comparecencia interesante...
Lo transcribo aquí, abusando de la posibilidad del comentario, aunque semeja
más que una observación entusiasta, una contundente semblanza del mal.
Todo
el hollejo narrativo de esta película ha sido compuesto, casi literalmente, mediante
los finos artificios presentes en la juiciosa descomposición de la trama [no
recuerdo a quién se lo escuché], perfilando las rudas facciones del relato con argumentos
visuales rigurosos, indicio de un homenaje al homenaje. En algunos fragmentos las
superficies narrativas se recargan de un significado que encarna el dolor de
una imaginación fecunda, al interpolar encadenamientos que expresan la artesanía
implicada en un exterminio tristemente célebre 1.
Un
suspiro anecdótico en aquellos mismos fragmentos, que omito describir por simple decoro con el
lector potencial, amortigua la sistemática desenvoltura
de los escenarios representativos con que se nos revela, en una forma épica de
la épica, la miseria de la condición humana, en un trayecto muy accidentado de
la historia poco más o menos contemporánea. La capacidad organizativa de la
modernidad en ciernes convertida en un carnaval obsceno de autodestrucción 2.
Esos
exteriores son despejados, yertos, fríos, viciados por la descomposición. Los
pañuelos y los guantes sirven para crear el efecto o aura de repugnancia casi
intolerable del ambiente, pero respecto al absurdo de aquel espacio revelador
de las contradicciones orquestadas por la llamada naturaleza humana. La ceniza
es inquietante, puede ser, tal vez, una metáfora de la conciencia. La escena donde vemos la iglesia y a Oscar Schindler,
secundan para simbolizar la corruptibilidad del hombre que, sin embargo es
capaz de encumbrarse a categorías sublimes, a través de sus holocaustos internos,
y también por la forma en que aprovecha las oportunidades que encuentra.
Hay
un escrúpulo en la manera en que los personajes llevan sus ropas, eso determina
sin más esfuerzos los rigores del clima... Algunos prisioneros usan azadón...
Los niños que juegan en el parque tienen gorras polacas, las que más tarde se
reconocerían en la indumentaria de la revolución bolchevique; esto nos sitúa en
un contexto histórico con dimensiones de profundidad, un gesto que tal vez correspondan
los cronistas más austeros. Por el lado de los uniformes, si no fuera obvio, casi
se podría decir que representa la ideología nazi misma, construida según los
documentos mediatizados, sobre bases de un chovinismo y un odio racial
utilitario.
Ψ
Los
gorros de las militares nazis son bastante altos, una estilización que las
ubica en espacios concretos de responsabilidad social, florecientes a partir de
las próximas décadas, aunque por otras razones. La reconstrucción del bunker
donde higienizan a las mujeres es más que impresionante, posee cualidades
iconoclastas sobre la doctrina exteriorizada, en el sentido de que es muy
estable, inamovible, hermético; la ventana redonda deja la sensación de estar
arriesgando una crítica sobre los micro universos abominables de los sistemas
fascistas. Se adivina que Spielberg quiso proyectar desde el principio la
trascendencia escultural del héroe, haciendo frente a las más artificiosas formas
de barbarie. Al respecto podría aventurar que el anillo en la mano izquierda de
Schindler (momento de quiebre), se ofrece para exteriorizar tono temporal del
tiempo cronológico de la historia, y quizás la relación mística con los judíos
a su cargo, o algo así.
Montañas
de cadáveres, restos humanos que se convierten en restos de una cultura; según
recuerdo la película no dimensiona los alcances étnicos del tratamiento alemán en el contexto y sólo
sitúa a los judíos en el encuadre narrativo. Los militares son todos jóvenes,
casi podría decirse que las víctimas también lo son, como para acentuar aún más
las proporciones del absurdo. Las ruedas sin llantas son un énfasis esquelético que penetra en el
contraste de los uniformes y los rostros jóvenes. De hecho, en la escena de la
iglesia se lo presenta desde un rincón de mundana austeridad a punto de
romperse, lo cual parece insinuar una especie de inmortalidad material, el
simulacro más fallido de los impulsos de la autoridad desmedida (en esta
especulación, tal vez ese momento, de marcada distinción, un florecimiento a la
sombra del destino, se encuentre relacionado con el ritual de las piedras que
se tributan en la tumba hacia el final de la película).
ψ
Un
detalle que no pude olvidar es que en la oficina de Schindler, mientras el equilibrio
del poder gira sobre los goznes estridentes de la ofensiva aliada, hay de
cuerpo presente una lámpara central metálica en forma de cilindro. Acompaña la
composición de tristeza o desesperanza de los dos hombres. La lámpara está
“cabizbaja”, por así decirlo. Los estrechos lentes del amanuense, interpretado
magistralmente, sirven para dimensionarlo, darle profundidad, una cierta
distancia cultural respecto a su paradójico y temporal dueño de su destino.
También le confieren una dignidad inquietante.
La
máquina de escribir es de un mismo tono o muy parecido, que el automóvil en el
que se transporta Schindler, lo que hace suponer que el escribiente judío es su
conductor y que la máquina es el dispositivo mecánico de su trascendencia; tal
vez exagero, sin embargo parece haber una concesión al desvarío de los sentimentalismos,
las vidas de los que salva son viajes emocionales, por así decirlo, y la
representación se expresa en contradictoria consonancia con el invisible
material del espíritu. Ambas cosas parecen ser suyas y sin embargo es la
máquina de escribir la que finalmente le permitirá llegar a su destino. Me gustan
los simbolismos, ¿me cuesta trabajo concebir algo fuera de su orbe?
En
la oficina también hay un reloj redondo de pared, símbolo del plazo en que se
convierte la vida cuando se llega a un estado de conciencia. Los cables de
conexión eléctrica visibles construyen la movilidad de los escenarios y el
carácter transitorio de la vida, lo efímero de la migración humana por la
realidad. Para la escena de los cabellos se utilizaron delantales, tijeras y
violín al fondo. El violín más que complementar la dinámica dramática lo que
hace, es permitir que el acto de cortar los cabellos se convierta en un
fenómeno iconoclasta, que genera en la psiquis el efecto de una amplificación
del atropello infringido a las mujeres, las cuales son, en el filme, una
dolorosa alegoría de algunas de sus condiciones de vulnerabilidad universal [Ingenioso].
Quisiera
insistir, por último en aquel aspecto luminotécnico que a mí me genera el
ambiente infernal que bien sugiere; es similar a la comparación que se puede
hacer del campo de recolección de cadáveres y la visión universal que se tiene
del tema de Dante, cuando representa al infierno. Pero aquí, la representación
se aleja un poco de la propuesta teatral y se adentra de lleno en los aspectos menos
grumosos de la cinematografía. Creo que aprovechan la ubicación de las dos
luces que se apagan, ladeadas ligeramente, para crear la sensación de una
presencia diabólica que mira complacida aquella burla; se me asemeja mucho a la
posición de cabeza ladeada de algunos asesinos o sicópatas, personificados en
la gran pantalla, que contemplan en éxtasis las formas de alguna destrucción.
1.
Tanto la grúa transportadora como el bunker acondicionado o diseñado para la
“limpieza” son aspectos visuales, que establecen el proceso sistemático
diseñado por los nazis en la SGM
para perpetuar aquel famoso genocidio conocido como El Holocausto. Exponen
claramente los niveles de aberración alcanzados en la invención de la industria
criminal en que se convirtió aquel proyecto nacionalista de estado.
2.
Los uniformes (tanto los de los militares como los de los prisioneros),
recreados con toda meticulosidad, también están orquestados para producir una
intimidante sensación de orden, dominio, sangre fría, locura; que consolida la
presencia de las carretillas con las que se tornea la escena macabra de tan comprometida
jornada.