La condición

La condición

miércoles, 28 de marzo de 2012

La dinámica del medio ambiente en latinoamérica


Algunas consideraciones acerca de la naturaleza de las normatividades en el mundo de la administración ambiental.

Sobre las maneras en que la sociedad experimenta la abdicación de sus propias expectativas.
Lotofagia.
Por Alberto Castellanos
Monitor de Medios
Fundación TRUEKLAND

El presente mensaje exhibirá algunas dificultades dialécticas propias de mi tendencia a rostizar los sentidos con extensos devaneos lingüísticos, los cuales atañen específicamente a una resuelta inclinación por los argumentos amparados en las prácticas de la decantación especulativa. Si bien una de las excusas legítimas de la ciencia es que puede aplicarse a la tarea de establecer una relación categórica con ese esquivo elemento transcultural que es la verdad, por lo cual se encuentra en permanente estado de autocorrección, yo me adentraré en la pretensión de una racionalidad imaginativa, equilibrada trabajosamente sobre algunos valores de verosimilitud, en teoría plausibles aunque también anclados en el apretado itinerario de una interpretación, más o menos generalizada, de lo que es o debe ser la realidad. Una cosa dificilísima de definir. En todo caso creo que en medio de la subjetivada hojarasca hallarán abundantes bellotas y algún que otro despojo interesante.

                                              

Existe un legado de supervivencia compartido por la mayoría de las personas que habitamos en el planeta Tierra, es una especie de nivel de procedimiento que nos hace avanzar como colectividad en una dirección más o menos acordada, imponiendo las características cualitativas dominantes desprendidas de su práctica. Se trata según algunas opiniones aceptablemente fundadas, de un componente evolutivo que ha permitido construir una determinada interpretación del mundo, que además ha permitido que exista el universo significativo que podemos intuir a través de los medios. Puede resultar cierto que el sentido de la supervivencia se encuentre relacionado muy estrechamente, con la labor de satisfacer una de las necesidades legítimas de la sociedad, en especial al menos inicialmente, la humana: Informar. Se podría especificar, en la práctica extendida de las actividades encausadas a satisfacer nuestra necesidad de comunicación, la facilidad didáctica que posee el poder remitirse en algún momento a un determinado punto de partida.

He aquí el que me he figurado, no todos encontrarán sus opiniones de acuerdo con las mías, eso espero. Nos levantamos en una generación de la impunidad, pero el estilo de vida en el que se asienta esa impunidad sobrepasa todas las generaciones; las atraviesa, trasciende a tal punto las fibras humanas que llega a ponerse en juego y en duda la misma supervivencia. Se dice que dos de los temas que con toda seguridad acompañarán el siglo XXI, de llegar a darse sobre la tierra el tiempo suficiente para estandarizar esa medida, serán el estado de los recursos y las condiciones de la vida, en sus múltiples formas. A la fecha se ha tenido espacio apenas suficiente para socializar más o menos bien el debate en torno a la manera en que las formas de producción usurpan la riqueza, sin que haya ninguna estructura reguladora o algún mecanismo de conciencia, que pueda mediar a favor de los intereses de lo que es usurpado. Pero ello no ha resultado suficiente para corregir la que quizás es la única forma repudiable de ser, en el contexto de las expresiones biológicas de la naturaleza humana, esto es el trastorno de una visión sicopática de la realidad que envuelve nuestros destinos compartidos.

La terminología para designar aspectos medioambientales pasa en la actualidad por muchos filtros sociales, operativas diplomacias del agitado mundo internacional, en el cual los escenarios son representaciones organizadas de diferentes procesos de desarrollo y diversos intereses corporativos, ese “esquema de desarrollo” por decirlo de algún modo, tiene la particularidad de ser medible, al menos ilusoriamente. Esa es la razón de que se afirme que es en cierto sentido controlable y buena parte de él pasa por patrones de estandarización ampliamente aceptados. Quizá lo que motive este desarrollo en general, sea el cautivante estilo de vida que produce su desempeño y el hecho de que se considere a ese proyecto denominado sociedad moderna, como el rasgo típico de un modo de vida pulido por la experiencia, anclado en la madurez existencial de una humanidad seleccionada, por decirlo de cierta forma, mediante la aplicación aparentemente espontánea de circunstancias innumerablemente combinadas, que producen una realidad única que conocemos y disfrutamos, al menos en teoría.

A pesar del enfoque tecnocrático de la planificación, en términos de la visión del desarrollo sostenible y otras alternativas en la dimensión ambiental, los teóricos latinoamericanos de este tipo de posturas se ven abocados a una conceptualización de la Ecología como sujeto político, señalando la compatibilidad entre los esfuerzos, en materia de gestión de la protección ambiental y el desarrollo económico, como uno de los elementos centrales; no obstante esta interrelación liada de por sí, posee mayores complejidades que una simple preocupación por ubicar el interés en los procesos de liberación del comercio, con el objetivo de promover la postura del desarrollo sostenible y salvar el obstáculo de la pobreza; obstáculo de importancia prioritaria en la concepción de los países en desarrollo, la cual cabe decir, es una concepción heredada de la vieja idea sobre la relación “comercio - medio ambiente”, que se "instauró" en los países desarrollados durante la mayor parte de la década de los noventa del siglo pasado. Hoy en día esta idea no se acepta, incluso se afirma que puede llegar a ser contraproducente en virtud del cúmulo de experiencias en las cuales las fuerzas del mercado totalmente liberadas, han podido degradar el ambiente a gran velocidad.


En síntesis resulta relevante constatar la existencia de visiones que, en la práctica, consideran el desarrollo sostenible como un crecimiento económico con equidad social, identidad cultural, cohesión política, protección estatal contra la especulación de los Derechos, etc., sin tomar en cuenta seriamente cuáles son los impactos reales para el medio ambiente, en el sentido de la proyección pero también en el sentido inverso, el que habla de lo que no se toma en cuenta desde el principio, de lo que se considera gratuito por naturaleza. Ahora bien, al margen de la posibilidad bien fundada, de que el manejo ambiental se desarrolle como mecanismo de cohesión social, disimulado bajo cortinas proteccionistas, de conciencia, o de interacción con las circunstancias que alternan las dimensiones de la vida misma, en una manera más responsable (una posibilidad quizás menospreciada), los aspectos medioambientales se han cobrado una importancia significativa, aunque difícil de discernir, en los terrenos del desarrollo y su desempeño, lo que lleva a abarcar cada vez más espacios sociales.

Podría decirse que los "lugares" de desarrollo en su amplia gama de cobertura, cubren un amplio rango de escenarios y atraviesan indistintamente todo tipo de atmósferas, con la finalidad de acrecentar el espectro de posibilidades efectivas para el desempeño eficaz y eficiente y cosas de ese estilo; no obstante hay que ser cuidadosos con este pensamiento, pues todo lo que se pretenda poner en funcionamiento dentro del universo de procesos, procedimientos y prácticas de administración de recursos y su transformación con fines comerciales, afecta de manera significativa a la existencia del género humano en sus múltiples fórmulas de habitar, a las organizaciones en las que nos integramos y forjamos nuestros modos de hacer y, en esencia, a la vida misma. Hoy en día una de las ideas de mayor amplitud social es que cualquier cosa puede ser global, haciendo referencia a la escala o clase de impacto que una acción particular puede desencadenar en un mundo tan interconectado. Hasta aquí he pretendido destacar el contorno de ciertos aspectos del planeta Tierra, polarizados a través del filtro de la conexión comercio-consecuencias para el mundo, es decir, las operaciones de los sistemas estructurados en formas impulsadoras de flujo económico y las consecuencias, de alguna manera inciertas, que su operación e intervención produce en los entornos.

Bien, esto puede sonar paradójico pero mediante estos puntos de partida tan generales, tan gratuitamente deductivos en apariencia, se puede generar fácilmente una desorientación informativa, con la cual se estaría menguando la capacidad perceptiva de los individuos (o de la colectividad, ¿quien sabe?), acerca de cómo funciona tal o cual engranaje circunscrito a alguna escena particular de nuestro "entorno global". Tal es el caso por ejemplo del tema de la normatividad empleada y puesta en práctica, dentro de los sectores productivos, para complementar la operativización del trabajo que demandan las obligaciones administrativas, tanto en el interior de sus sistemas corporativos como en el ambiente de las relaciones representativas, de las organizaciones entre sí y de estas con el público. Dicha normatividad ha demandado un enorme esfuerzo cuya justificación se ratifica cada vez más, si consideramos el enorme esfuerzo que esas actividades demandan, los riesgos que un sistema de producción implica, los niveles objetivos de calidad y compromiso y cosas de esa naturaleza. A estos dos conceptos haré referencia en adelante con cierta frecuencia, y tal vez con escasa autoridad, bajo la intención de concentrar el análisis en algunos de los aspectos clave en el asunto de la normatividad, según yo mismo me lo explico.


En primera instancia he empleado la palabra ambiente para referirme al terreno de las relaciones corporativas, tanto para la administración como para la representación, pues es claro que no sólo nos rodea  y abarca sino que lo rodeamos y abarcamos en una contrastada interacción que ha cambiado mucho los últimos cien años, en relación con los “modestos” antecedentes entre los cuales podría incluirse la construcción de las pirámides. El segundo objeto de referencia puede encontrarse algo disimulado, diré simplemente que tiene que ver con la rentabilidad y los niveles deseables o plausibles que se pueden obtener en los fenómenos de transacción. Más adelante intentaré mostrar (si hay suerte) con alguna claridad este aspecto. La palabra ambiente, por el hecho de estar integrada a la extendida expresión medio ambiente, a través de discursos estructurados fondeados en la primavera del penúltimo siglo, adobado sobre plataformas proteccionistas, se ha visto restringida al perímetro de la artesanía conservacionista. Pero la expresión medio ambiente va aún más allá y se introduce en el campo de las cosas, condiciones, fuerzas e influencias que nos rodean; por tanto tiene todo que ver con los espacios laborales de cualquier sector productivo determinado. Este detalle va a permitir claridad, espero, acerca de la importancia de la normatividad, descollando los parámetros convencionales con los cuales se suele interpretar el territorio de la administración.

Ya que es imperativo entender las dinámicas de la administración en clave ambiental para comprender el papel que juega la normatividad, hay que decir que para que un sistema de gestión funcione, de manera integrada a las actividades constantes de un proceso productivo, el mismo debe estar incorporado, con la menor artificialidad posible, en la orgánica y la mecánica utilitaria e impulsadora de las actividades correspondientes, correspondientes desde luego al proceso de producción propiamente dicho. Actualmente se especula que la plausible correspondencia podría obedecer a la inquietud generalizada sobre el estado en que se hallan distribuidos los recursos naturales y su proporción con respecto a la capacidad de renovación, los potenciales inmediatos y futuros, la dependencia mercantil de multinacionales y monopolios, etc. No obstante, el hecho probable de que las preocupaciones con respecto a esos asuntos y, quizá, a otros de corte medioambientalista, hayan servido de origen y de punto de partida para la gestación de este tipo de enfoques, no es garantía para que se considere que en la actualidad son su motivación principal o simplemente una motivación alterna de carácter influyente.

Esta determinación toma como punto de partida cuestiones como el etiquetaje ecológico, las restricciones y viabilidades de los productos "verdes", la reputación y la buena fe siempre en juego, la integración a niveles internacionales, la elevación del desempeño a categorías limpias y cosas de esa naturaleza, para afirmar los elementos sujetadores de este tipo de dinámicas gestuales, que subyacen en el fondo del aparato administrativo de las compañías, y que se traslucen a través de una noción aproximativa que llamaré de manera muy escueta: ventaja de marketing. Pero la cosa viene "de atrás". Se puede mencionar por ejemplo el Congreso de Naturalistas (Washington, 1986), La Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992), como situaciones que pusieron a prueba las determinaciones surgidas después de la Segunda Guerra Mundial (agotamiento del ozono, efecto invernadero, proliferación de químicos peligrosos en los ecosistemas oceánicos, contaminación crónica de las fuentes de agua potable, paulatina escasez de las mismas, extinción masiva de especies, arrasamiento de bosques y selvas, relegamiento biótico de los océanos etc.) y que según ciertos lineamientos, produjeron el establecimiento en términos generales de la importancia de la biodiversidad como patrimonio natural de la humanidad.


Lo que ha venido siendo a lo largo del tiempo, el nicho de innumerables grupos ideológicos y el fétido estanque de sus múltiples intereses particulares. Se ha hablado mucho desde entonces acerca de cuestiones relacionadas con la adecuada asimilación del señalado patrimonio, la forma de traspasar los escenarios implicados a las generaciones futuras, las maneras de condensar la importancia de los fenómenos naturales, del intercambio de las definiciones acerca de lo que se debe o no proteger en prioridad, bla, bla. Todo con una muy perceptible tendencia a condensar posiciones proselitistas, mediante el más amplio espectro de intencionalidades, que llamaré de enfoque ecológico. Básicamente estimo que no se ha sacado en claro lo suficiente como para poder aceptar, de forma medianamente inteligente tal o cual posición, no obstante las polémicas que han versado acerca de "lo necesario" respecto a tal variedad de cuestiones, han encontrado un punto álgido en el terreno de la sustentación de esa esencia, de una u otra manera imprescindible para la pertinencia de los sentidos, para la cual se cumple la práctica del reconocimiento de la vida en el universo conocido: la humanidad y su futuro.

Una de las prioridades para esa sustentación atraviesa por esa necesidad de restablecer un cierto equilibrio biológico, que tenga como referencia entre otros, la dependencia mutua entre la humanidad y, digamos, el mundo natural; o sea un equilibrio ecológico enmarcado en posicionamientos medioambientales. Para la creación de un modelo como este, sus etapas iniciales hubieron de depender de un sistema de compensación (estrategia desarrollada durante mucho tiempo a través de la política de sanciones y de la cual aún se perciben secuelas); pero también se ha acompañado por el camino, de la idea de aplicar el conocimiento, de la forma más cercana posible, a la conformación de una conciencia fácilmente permeable en la realidad habitual de los seres humanos, en cualquiera de las circunstancias existenciales que acompañan nuestra vida en el planeta. Al parecer, las situaciones en el campo de la administración ambiental, las evaluaciones del ciclo de vida, los sistemas de gestión y protección de los recursos, la puesta en práctica de los protocolos sobre el manejo de la explotación y demás influencias normativas, que se implementan actualmente en los sistemas de disposiciones administrativas y organizacionales de los sectores productivos, están determinadas directamente por posturas que persiguen la ventaja económica y cuyo motor principal (e impulso inicial) es la economía de mercado internacional.

Es a través de esa óptica que creo entendemos el hecho de que las restricciones de calidad ambiental de los productos y de los procesos de producción salgan a relucir y formen parte de los fenómenos de transacción, como condiciones en muchos casos determinantes en la consumación de los mismos, pero también se evidencian algunas razones para que se apuntale un cúmulo de esfuerzos importante en el proceso de la estandarización (ISO). Lo que está claro es que la normatividad medioambiental ha sido pensada para integrar a los procesos lucrativos un sistema de herramientas de administración ajustable a las necesidades de cualquier conjunto de producción, que permita agilizar los procesos y que provea la atmósfera adecuada para que se facilite el desempeño, se fomente el comercio bajo indumentarias de corte mancomunado y se retiren las problemáticas barreras comerciales. En fin, el asunto pasa por encima de los objetivos u objetivo de cualquier sistema ajustado a la normatividad forjada en el supuesto enfoque a la protección del medio ambiente, que es mas bien una clasificación de los impactos y la degradación efectiva y/o potencial de los entornos, que supuestamente se pueden tolerar.

Durante mucho tiempo se ha creído casi por entero que lo que produce la tierra es absolutamente gratuito; si bien un sentido de ignorancia puede servir de excusa para los humildes comienzos (en términos económicos) de la industrialización, por no decir industriosidad, en la actualidad y desde hace tal vez demasiado tiempo, el descuido, la negligencia y una suerte de perversidad, han caracterizado las estrategias apropiativas del sistema capitalista, cuya razón de ser, por decirlo de un modo burdo, ha sido en general la acumulación frenética de lo que se ha dado en llamar “valor de cambio”. Antes he indicado que nos levantamos en la generación de la impunidad, pero debo ampliar dicha postura. Sobre la proyección de las concepciones capitalistas se tejió una noción que basaba la concepción del mundo como una especie de pastel, del que habría que sacar la mejor tajada para poder aspirar a proyectar una visión o una imagen (ilusión en todo caso) de éxito, y ya que el fin justifica los medios y algunas personas resultan más favorecidas que otras, producto de un pasado u origen obediente a la luz o de umbrales luminosos, la fórmula estaba más que lista.


Se trata de una ilusión más relacionada con la capacidad de delirio que el ser humano ha podido cultivar y potenciar a lo largo de todos estos años de impunidad, la del poder, poder de cambio y me refiero a valores de uso, no a revoluciones fundamentadas en cualquiera histórica coyuntura. Se trata además de una impunidad jubilosa, que puede llegar incluso a celebrar la crisis y la catástrofe, incluso, a provocarlas. No es que se trate de algo con el nivel de sutilidad que le permita no dejarse ver en evidencia sin dificultad. Se trata más bien de una idea que se impone dejando una sensación de temor, y quizás fascinación. Desde luego se espera que quien asuma riesgos posea un carácter impetuoso, incluso se tolera que llegue a estar poseído por él, sin embargo no puedo dejar de sentirme traicionado y manipulado en pro de esa o alguna forma semejante de evolución socio-industrial, que para mí posee los tintes de una basurera felonía.

Es curioso pero sin el fortalecimiento de las instituciones que consolidan el mundo moderno no habría sido posible en principio ese mundo, pero en vez de tomar la dirección de un modelo de desarrollo adecuado a una forma de lógica anticipativa, que llevara al género humano a correr riesgos y aventurar conquistas, con un mínimo de respeto por quienes se vieran afectados ante tales descubrimientos de arrojo, valentía, entusiasmo o simple vulnerabilidad ante la estimulación que puede provocar un posible horizonte en una mente ambiciosa, esta especie (la especie contradictoria, voluntariamente depredadora de todo, aun de sí misma) se inclinó por la forma inestable de una patología en la organización fundamental de su estatus dominante. El asunto resulta a mi modo de ver, brutalmente intuitivo (aunque bien podría decirse instintivo) y abrumadoramente oscuro. En las infinitas representaciones de la incertidumbre, acudiendo al mundo claroscuro de la especulación, voy a tratar de fundir mi punto de vista con respecto a la noción de realidad, entendiendo por realidad la forma en que es percibido algo que ocurre.

Es cierto que estoy partiendo de varios supuestos poco definidos y que ello, como despedida anticipada ofrece unos enganches argumentales un poco flojos, sin embargo mi interés comunicativo ha estado más encaminado a proveer una lectura agradable que un análisis estricto, espero haber logrado al menos eso. Así que si ya llegaron a este descanso lectudinario y hay ánimo de continuar, lo mejor será adentrarnos en ese espeso universo, desproporcionado de rigurosidad, que me propongo explorar. Alguna vez Jean Luc Godard, en un extraordinario Documental de Win Wenders hizo una compasiva reflexión acerca de los límites concretos de la publicidad: “…si duraran más de un minuto, tendrían que decir la verdad…”. La verdad, enunciada tenuemente es otro lugar común de difícil articulación con el gesto argumentativo. Imagino que habrá una comisura de decepción en el rostro lecturiento que haya despalabrado el texto hasta aquí. No hay motivo para desesperar, puede haber algo que salve los preciosos minutos invertidos hasta ahora, que quizá no sea el simple deseo de hacer valer el metálico rudimento del sistema dominante del que he hablado, con sus desproporciones evidentes.

Si se entiende que deseo provocar una suave inquietud acerca del tono familiar que se puede tener en torno a las particularidades (narratibles como lo es toda buena anécdota) construidas a propósito del curiosearse las hendijas que separan la fachada del “interior”, entonces los pensamientos van por buen camino. Se dice que se avecina un nuevo pánico financiero de repercusiones insospechadas. Permítanme suavizar un poco esta idea: una vez que el Hada madrina ha visto desvanecerse la factura de su hechizo, se contempla el jolgorio de un mundo al que no se podrá volver sin caer al mismo tiempo, en el infierno particular de la irrealidad, y es al mismo tiempo la plenitud de una fantasía que debe romperse para que exista como fantasía, aunque tenga que existir en este caso, como una contemplación de lo que los franceses ya habían llamado, regodeándose incluso, La Fatalidad. Algo así como lo que habría pasado si Alicia se queda para siempre en el Bosque sin Memoria, sin su experiencia, sin ella misma que pueda dar cuenta de Alicia, sin historia; contradicción. De este modo, el bosque no tendría un camino, ni un sentido de profundidad que ha derivado incluso por estas nuevas rutas de la espontaneización, en los divergentes postulados de la Matrix, y sería otra versión más de Caperucita.

Pero revirtiendo el tema, que ya estarán diciendo algo así como qué se habrá fumado este, sin un poco de esa información abaratada por la degradación del mercadeo que toda información puede sufrir, y según he afirmado el Ser Humano es básicamente información, cuando se trata de construir, por ejemplo una opinión como la que ya  quien lee estará a punto de abandonar, la aparente ingenuidad al respecto condiciona los elementos necesarios para hablar con autoridad mediática. Puede incluso tratarse de una especie de corazonada, y con esto no quiero terminar de desalentar mi postura, simplemente busco sacarle partido a la semblanza producida por un horizonte contemplado a lo lejos, visualizado casi de oídas. Cuando llegue el tiempo de la conciencia ardiendo en distancias quizá menos sombrías se dirá: -¿Recuerdas a aquel ingenuo maltón de mirada apacible y notas descualibradas, aquel que se la pasaba mutilando palabras y creando esperpentos léxicos; ese que no se contentaba con engranarnos la fatiga de sus disparates sino que nos atiborraba de bellas sandeces por la Internet? – ¿Tú, recuerdas? -¿Ah, sí, qué fue de Él? -¿Ah, no sé, pero qué risa no? Sí, porque la verdad, o al menos su sospecha, como dicen los grandes humoristas provoca en ocasiones una risa impenetrable.

jueves, 8 de marzo de 2012

UN TIEMPO PARA VAGAR POR EL PASADO

LA IMPOSIBILIDAD EXPRESIVA DE LA PIEL

La inclinación sexual, ese gran tabú. En la vida social existen personajes imbuidos en esa perspectiva casi obligatoria de designar y designarse, me atrevería a decir que todos compartimos, de una u otra forma esa especie de naturaleza; pero no se trata de una clarividencia cultural, o de un condicionamiento del que no se pueda salir, como un destino o hado imbatible. Desde el simple hecho de llenar una forma, la designación sexual está presente, como una parte indiscernible del historial o de los antecedentes individuales; como una marca de expediente que restringe los conceptos modernos de la multiplicidad de horizontes, enfoques, inclinaciones y posibilidades de expresión o interpretación. Se trata del terreno de los significantes; sin embargo el sexo es una lectura envuelta en el misterio, pero sobre todo, y esto es lo malo o al menos así me lo parece, en el tabú.
Yo lo interpreto como esa incomodidad ante lo que no se cree poder manejar, una actitud que manifiesta los aspectos que no nos atrevemos a confesar de nuestra propia incertidumbre sapiencial. Se dice que los seres humanos necesitamos una cierta carga de coherencia, que nos permita desprender una plausible identidad con la cual establecer derroteros comportamentales adecuados. Sin intentar desarrollar ningún planteamiento respecto a cual podrían ser los comportamientos que pueden considerarse dentro del crisol de lo adecuado; quisiera mencionar, ya que no puedo citar a falta de un anclaje específico en los territorios de la memoria, una idea acerca de la concepción de lo cercano a la normalidad, al respecto. Un famoso consabido en temas de análisis del pensamiento alargó la siguiente conclusión: un hombre normal es aquel capaz de contar su propia historia.
La idea de que tenemos recuerdos, y que estos son una reminiscencia más o menos precisa, más o menos confiable de lo que aconteció, se deriva de allí; claro, pero otras cosas también, entre ellas la definición sexual, si es que puede hablarse de algo a veces tan abstracto. Bien, pues si aceptamos que el sexo es una lectura envuelta en el misterio, tendremos que curiosear también la idea de que esa lectura se construye a partir de ciertas formas de escritura, y que esa escritura es una especie de a propósito de las narraciones más íntimas de las que es capaz una persona. Si lo pensamos en serio, no hay nada más normal que contar la propia historia, con los medios más adecuados para tal fin, la poesía, la corporeidad, un poco de la fina delicadeza con que la piel se va haciendo carne y calor bajo los dedos y un poco más de esa traducción de dejarse habitar por esas pulsiones que sólo son universo de la dimensión íntima del ser humano.
Cada quien se las arregla o se las debería poder arreglar como guste y no como pueda en todo caso. Lo otro, las intolerancias, el recelo, la comidilla, la tortura, la exclusión, son rasgos evidentes de que algo no funciona bien en una sociedad, de que esa necesidad o curiosidad de contar en las propias palabras la voz de otra persona, se ha falseado o pervertido en un charco de decadencia que no debería pasar inadvertido y rodeado de las sombras de una cobardía hereditaria, que sólo nos ha servido para respaldar oscuros crímenes, como el de no aceptarse en principio. En la actualidad se masifica una herramienta con la que tal vez fantasearon los enciclopedistas, así que creo que podemos encontrar formas menos salvajes de lidiar con nuestra tendencia a la destrucción de lo que no nos gusta.
Sólo alcanzo a prever en el camino de este discurso una perezosa reflexión, pero cosas así surgen de la negligencia en que a veces se envuelven las figuras de autoridad o de obsequiosa autocracia, como se prefiera: Cuando la sociedad (quienes la dirigen más bien) no resulta capaz de contar su propia historia o no la tolera y comienza a imponerla y a inventarse roles todavía más inverosímiles, como aquellos imbuidos en esa perspectiva casi obligatoria de designar y designarse, lo que se pretende es alimentar un ciclo de violencia que unido al duro desencanto que provoca, deja una estela de vergüenza ante la real descomposición, traducida en grotescas mortificaciones que sólo tienen como justificación, la antigüedad de una ignorancia muy bien administrada.

HOLOGRAMA ADILENE

martes, 6 de marzo de 2012

For a women's day

Se dice que no está dentro de lo posible llegar a un consenso acerca de una sola definición sobre qué es una mujer, desearía pensar que la mayoría de las mujeres se aceptan como seres afectuosos, con una inclinación por el reconocimiento furtivo y un respeto por la otredad y la libertad, pero siento que estoy describiendo la naturaleza de los gatos. Sé que la mayoría asume su presencia en el mundo como única y singular. En sus hábitats habituales, lamentablemente corren el riesgo de sufrir violencia física, psicológica y sexual, especialmente según se sabe, por cuenta de los individuos varones, que hemos heredado una configuración asaz falseada del mundo. Su paso a través de la historia de la humanidad se caracterizó por la postergación indefinida de sus colosales jurisdicciones en el mundo de lo posible, discriminadas en gran parte del pomposo mundo hecho a imagen y semejanza de los intereses ególatras de unos pocos. Por fortuna en los últimos años, gracias a sus campañas por alcanzar niveles lógicos de correspondencia armoniosa, aparece en nuestra configuración social su inclusión en un mundo que, a decir verdad, se encuentra ridículamente ocupado por un exceso de resabios.