La condición

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martes, 18 de octubre de 2011

La Carta de Los Cuatro

A todos los que me precedieron con un atisbo de literalidad en los labios, que ojalá no se revuelquen en sus tumbas ni tengan una memoria muy exacta de las antologías sepultadas en este presente

UN POCO DE ANTROPOLOGÍA CULTURAL

Sólo hay dos cosas que deben ser antiguas en la vida de una hombre: el vino que bebe y sus amigos
Lo.

Entre los muchos recuerdos que me han sobrevivido, imagino que podrá ser así para otros, hay uno que se apresura a zanjar la eterna controversia de los malentendidos eternos, uno que evoca la poderosa simplicidad de la ignorancia y el anhelo no nato de una superación desvencijada. Hay ocasiones en que las imperturbables herramientas de la temeridad responden con diligente fluidez a las expectativas de la adolescencia. A veces encontramos entre los deteriorados retazos de nuestra vida cosas que otros siempre quieren encontrar, que terminamos por querer encontrar nosotros mismos. Cosas de las cuales la ambigüedad del tiempo se encargó de hacernos depositarios anónimos, subalternos de la recopilación improvisada.

Los que más nos sorprenden y reclaman son aquellos realizados en comunidad, en compañía de los amigos; sobre todo si son héroes de nuestra infancia. A veces los vemos una mañana al pasar o verlos pasar y entonces a las glorias ya vistas se añade una nueva conquista, y simplemente gozamos con el hecho de verlos vivos. Una de esas cosas que me sorprendió mientras la encontraba, más por la premura con que me vi rodeado una tarde de recuerdos, al calor esplendoroso de un capuchino, en la que recordé otras tantas similares, venía acompañada de una cierta nostalgia.

De ello me di cuenta por la manera en que se expresó mi reacción ante la manufactura casi destrozada de un viejo comunicado escolar, una declaración de independencia y un riguroso y empecinado reflejo de autonomía existencialista y contestataria. Era la época de mil novecientos y tantos, una década faltaba para terminar el siglo; sin embargo ya los más osados historiadores lo daban por concluido. El siglo corto había empezado tarde, las revoluciones culturales habían impregnado los oficios expresivos de generaciones enteras. Por doquier se presentían los aparejos y contrapesos de una nueva escenografía, también se sentía el desaire de la decepción por el entusiasmo derrochado en los conflictos, los odios y la banalidad, y todo cubierto por National Geographic con la embaucadora, pornográfica y amarillista plausibilidad que hiciera célebre entre otros medios de comunicación.

El territorio en el que me crié estaba lleno de simbologías interesantes (Antanas Muckus se bajaba los pantalones y mostraba su pálido trasero en el León de Greiff al perplejo auditorio de la universidad Nacional) Aquellas simbologías se encadenaban formando procesiones interminables de un significado evidente pero invisible para los intereses de la autoridad. Las opiniones se dividían entre facciones que querían ejercer la no violencia razonada y quienes veían tales aspavientos de cordial coterraneidad como el gesto alocado de un ex Beatles borracho en un callejón del bajo fondo liverpoolense. Ese era el rasgo superficial de lo que más tarde conoceríamos eufemísticamente, desobedientes urbanidades distritales, como la Voluntad de Dominio, la sed de Poder, el azote y la miseria de las sociedades llamadas democráticas: El Estado. Recuerdo que nos impresionó mucho por esa época el contacto con los libros y con el pensamiento allí escudado; éramos librófilos número uno y creo que no hemos dejado de serlo a nuestro modo.

También debo recordar que algunos estábamos tratando de prepararnos para las Pruebas de Estado, incluso soñábamos con una universidad a la que ya de hecho asistíamos como si fuera de todos los días. En algunos países este tipo de pruebas se encuentran vinculadas a la forma misma de ver las cosas, anclada de maneras excepcionales a los compromisos sociales asumidos con más o menos filiación. Incluso hay lugares en donde se paraliza toda actividad para no perturbar el pensamiento de los evaluados; se crea por así decirlo un ambiente singular en el que los exponentes de todo el esfuerzo de una sociedad por legar sus aspectos y códigos, pueden sumergirse como en un solemne ensamble de la historia, en los misteriosos y sobrecogedores remansos de un acto nacional.

No es nuestro caso y quizás esté bien que sea así. Para nuestra cultura parece no pasar de ser una especie de lotería, de la que se sacan conclusiones en su mayoría vagamente reflexionadas. Poco reflexionadas son también las prácticas efectuadas con antelación a dichas pruebas. El acostumbrado atiborramiento de referentes bibliofóbicos, los talleres pre-instructivos, cierta rigidez displicente en la disciplina, la resabiada actitud materno paternalista de guías y profesores, etc. Supongo que resulta tan difícil de tolerar como si todo un escenario se paralizara y aguardara con expectante sincronicidad la culminación de tu desempeño.


Para nosotros, debo decirlo, fue un poco distinto y quizá sea eso lo que lo hace especial más allá de la singularidad anecdótica. Realmente hicimos que fuera diferente y resultó así con referencia tanto en lo que había sucedido como en lo que no sucedió después. Debo decir además que, entre otras cosas, por eso también seremos una generación que algunos recordarán de manera particular, incluso aunque no quieran recordarla.

Ya había pasado, si no me equivoco, el escándalo de una obra de teatro hecha con fruición nadaísta y un poco de óxido revolucionario. Ya prácticamente nos limitábamos a cuestionar los aspectos técnicos de lo que llamábamos el lamentable estado de nuestro sistema educativo. En nuestro entorno éramos unos simples buscapleitos y rebeldes sin causa, tal vez entre nosotros hubo alguno que nos concediera la facultad de la duda acerca de la posibilidad de que fuéramos unos genios. En fin, lo cierto es que encontrábamos suficientes razones para oponernos e imponernos a mecanismos, técnicas y procedimientos plantelares como los solían llamar.

En vísperas de aquel examen que decidiría nuestras posibilidades académicas y que podría obligar a hibernar la sed de conocimiento, algo nos sucedió que será digno de contar en otro momento; pero cuya excusa pasó a la historia de los recuerdos como una de las osadías mas graciosas que hayamos podido cometer. El sano juicio nos guió en nuestra carrera por huir de los convencionalismos. El manifiesto (más bien comunicado) creado para justificar nuestra determinación permite entender un poco en qué alucinado mundo de irrealidad y fantasía vivíamos por aquellas latitudes del entonces.

Si no lo reproduzco completo es debido al estado de deterioro en que encontré el documento escrito originalmente a lápiz, a la última revisión y corrección realizada antes de enviarlo a su destino y en la que con seguridad se cortaron a añadieron cosas, y a que quizá cada quien guardó lo que quiso aportar; si esto último no fue así, le ruego a mis compañeros perdonen tan impensable descuido. Notarán una relación discursiva bastante particularizada con los entusiasmos léxicos y suficientes intríngulis semánticos, también un poco de patética afectación, propia de adolescentes imberbes y no lo suficientemente trajinados en las artes del desfogue hormonal; pero aquella la recuerdo como una época en la que había demasiado donde experimentar, refugiarse en las densidades flotantes del significado, trasegar los climas nevados del símbolo y tentarse con los atisbos de una gloriosa proliferación de ignorancia creativa.



Santiago de Cali etc. (Debió ser hacia los años de 1996 o 1997. Algo así)



Distinguidos Coordinadora, Directora y Monitores:

Las condiciones actuales de educación que nos afligen acreditan un extraño manejo por parte de alumnos y educandos, lo cual hace indispensable una exigente condición de adaptabilidad dentro de las normas educativas; exigencia adaptativa para la cual no estamos preparados. Ello hace que la indisposición por parte de alumnos y profesores, sin descartar a la Directora (una monja de hábito almidonado y vocación esquiva) se incrementen, poniendo el ambiente pesado, y haya que buscar remediar de alguna manera con formas que contribuyan a constituir satisfactoriamente, soluciones inmediatas al configurado problema que pensamos se nos sale de las manos en estos momentos, en vista del inmenso potencial existente y de nuestra innata capacidad inaprovechada de encausarlo o conducirlo hacia algo productivo y sustancial, hacia un objetivo realmente estable y provechoso que lamentablemente no hemos conseguido.

En virtud de consideración de la probabilidad de hacer un uso racional y rudimentariamente calculado, hemos tomado la decisión de seleccionar con toda la sensatez que podemos recapitularizar, un tiempo prudencialmente prolongado en la compañía de nuestras propias personas, para emplearlo personalmente en la acelerada pero cuidadosa preparación que aún se puede conseguir y en el necesario pero equilibrado descanso que todavía tenemos a la mano; condiciones éstas exigentes que las pruebas de Estado ameritan. Por ello, deseamos avalarnos en nuestros consabidos derechos de autonomía, considerando claro, muy de cerca, el cuidarnos de no violar alguna norma institucional, pidiendo muy respetuosamente que se nos otorgue el permiso para emplear una semana del horario escolar en nuestro favor y beneficio, en la cual intentaremos realizar varias actividades intelectuales intensivas sobre literatura universal principalmente, los clásicos, la poesía latinoamericana y en general la francesa, la española, la moderna y la barroca; todo aunados claro, con una visión macra y contextualizada.


(Todo ese material era por cierto muy poco apreciado por aquel entonces entre los nudos de aquella trama latitudinal tan irrestricta y restringida y aunque suene exagerado, debo admitir que logramos la mayor parte de ese propósito excentríficado).

Primordialmente intentaremos efectuar muchas jornadas fuertes de ejercicios físicos; pues tenemos bien claro que resulta indispensable para el que quiere descansar su mente, el trabajar con sus manos y cuerpo (Esto era la decimonónica parte de un largo proverbio chino -después de mucho tiempo me enteré que casi todos los proverbios chinos son largos, casi todos forman extensas parentelas filosóficas con bellas tautologías interminables, alucinadas e idiotas-). Para todo esto nos hemos ubicado sobre las bases anteriores, puesto que es bien sabido que a otros grupos del último año, se les ha concedido dicho permiso; aunque claro, no desconocemos que tales liberalidades en el proceder, normalmente artrítico de las instituciones, se encuentre libre de ciertos compromisos, de tal magnitud de compensación en tiempo que, no obstante nuestra tendencia ya natural a la exploración empírica, no vemos atractivo ni importante desligarnos de los normales y esperados resultados (la cáustica gotita de ironía; la verdad fue que más de uno confió su espera en el lenitivo ligeramente anfetamínico de nuestro fracaso).

(En el original se añadía un comentario bastante desarticulado e indignadamente inconexo, el cual descontextualizado y comentado como se aprecia cita: ...esto último referente con especial atención al grupito de los cuatro indisciplinados del que hacemos parte todos cuatro efectivamente, agrandando la mancha contracultural que, no obstante parece obra de arte digna del estudio minucioso del espíritu de un Degas o un Da Vinci).

En vista de eso casualmente hemos estimado sesudamente el optar por este método inquietante, inquietantemente lleno de expectativas, expectativas inquietantemente excitantes y así, también descansar un poco de ese ambiente tan “agitado” y estresante. Porque uno va para todo lado sin saber qué hacer con exactitud, marginándose dentro de unas funciones incambiadas y monótonas. Así pues, para des-li-gar-nos un poco ascendentemente de ese medio lleno de tedio, acusado de un aire conmiserativo como el que se suele respirar con el nombre de ambiente escolar que, no lo negamos, hemos forjado nosotros mismos, lo hemos ayudado a conservar y perpetuar, y que por tanto también nos sentimos en la obligación de mejorar, impelidos desmigajadamente por la visión espantable de ese desánimo enfermizo que nos invade y frente al cual luchamos descomedidamente y en desuso de las actitudes propias de las supuestas buenas maneras.

Nuestra actitud, casi que arrogante para muchos y tomada por tal y otras cosas no menos estupendas en profundos contenidos de futilidad, pero también vanguardista para el resto, un pequeño resto por cierto, y que según muchos con cierta experiencia deberemos cambiar algún día, de acuerdo con sus apreciaciones proyectivas del mundo que vivieron; presenta, últimamente, conjurada desde los escenarios del reconocimiento prosaico y la rendición a la belleza de los más delicados saberes, como su más inacabada declaración de autonomía reflexiva, la siguiente propuesta:

(Hasta la fecha en que transescribo esto, a pesar de la muchedumbre de linderos sicológicos y señalizaciones culturales y una que otra tortura corporativa, y aunque a estas alturas ya estoy bastante enajenado, no me he visto en la más mínima obligación de hacerlo, no por orgullo, tal vez por negligente mediocridad, mas no he encontrado nunca huellas de alguna sádica satisfacción. Alá quiera que los demás hayan podido encontrar los designios de su propia naturaleza con los mismos desvaríos afortunados o mejores; más bien sí he tenido la satisfacción de contagiar a más personas con lo que ahora me gusta llamar “filosofía continua de la autocorrección irreverente“)

Una semana previa al examen, podría ser un poco más, dada la calidad y cantidad de temas por ver y desprender de sus anclajes teóricos a través de una plausible práctica, lo cual como todo en la vida toma tiempo, podrán disfrutar del placer de su propia compañía y descansar un poco de la nuestra que tanto parece abrumarles, tiempo en el cual estaremos concentrados en los homenajes lingüísticos ya mencionados antes y en una que otra rezumación personal de lo incorporado de esta manera a nuestros pensamientos. Nos comprometemos eso sí, y estamos seguros de ello, de llegar a nuestro regreso mucho más depurados, filósofos, rozagantes, libres y felices de haber descansado de tanto compromiso falso, que no sirve sino de relleno para el que hace muñecos de trapo; falso y tamizado de excentricidad y utopía.

Nos comprometemos a seguir paso a paso y a nuestra manera, conforme a nuestras capacidades y acorde a nuestro estilo [el no revelado] (y qué estilo), el cronograma y la línea de estudio. Nos comprometemos a adelantar trabajo y realizar investigaciones en vísperas de nuestra esperada ausencia (que ya muchos la esperaban, de hecho podría aventurar que todo el colegio estaba enterado de la osadía; pues debo admitir que por entonces nuestra fama abarcaba triángulos latitudinales tan vastos para unos chiquillos despistados y además enclavados en el mismísimo subdesarrollo del subdesarrollo), para que cuando la semana se cumpla no nos hallemos alcanzados, hayamos profundizado suficientemente y entremos solícitamente a la par con toda proesiánica normalidad.

Nos comprometemos también a regresar tan grandes, gordos y pesados como hipopótamos, después de este idealizado descanso, además de untados al igual que ellos de lodo y fango, de ricos conocimientos y bellas experiencias que se puedan compartir durante el resto del período, cosa que cuando nos recostemos a motivarlos tengan que correrse y salir untados de algo bueno. Nos comprometemos por último, a integrarnos más al grupo y a marchar contagiosamente, con entusiasmo y diligencia o al menos hacerlo creer con entusiasmo y diligencia, y a enfocar con mayor esfuerzo las reglas de nuestro estilo, más cristalino y evolucionado. De paso ustedes, a la larga también descansarán de nosotros y a la vez, tendrán la garantía de ver unos nuevos estudiantes con más grados de visión y muchos más claros objetivos (esta última parte sí no se ha cumplido del todo a cabalidad, al menos en mi propio pellejo).

Hemos decidido así, quitarnos las máscaras que nos agobian, descubrir las facetas ocultas y desmontarnos de toda esa lama testimonial de nuestro estaticismo derogado y desmontado; permitiendo de ese modo que nuestra llama irradie con toda su luminosidad; llevando a cabo el proceso de limpieza; tomando conciencias sanas sobre quienes somos; salvando los defectos, y así cambiar poco a poco, si es lo mejor, apoyados en otros seres, en nosotros mismos, en ustedes, en los que ya han muerto, en sus libros y formas de inmortalidad. Hágannos ese favor. En caso de no resultar así, solicitamos humildemente que se nos acepte este documento como constancia de nuestros buenos deseos y prenda de excusa válida para ser tomada en cuenta cuando se haga la evaluación que seguramente vendrá en torno a esto (no andábamos mal encaminados al respecto ni nos importaba un comino).Esto último también referente a nosotros cuatro.


Cordialmente:


…una semana del horario escolar en nuestro favor y beneficio…

(Los cuatro).

***

Un recuerdo es casi siempre un titubeo del pasado; pero este es más un sincero tributo a los amigos.

1 comentario:

  1. Le haces honor a una época magnífica, en la que desaprendimos tanto como pudimos. Cómo nos hace falta una salida así..! Es un honor y un privilegio haber derrochado cada segundo de mi juventud temprana al lado de amigos que me enseñaron más que casi todos los libros que leímos.

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